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Fútbol

El entrerriano que jugó con Messi

La historia de Walter Vittor, un bancario entrerriano que jugó con Leo y convivió con él y su actual esposa en la infancia

Hoy en día casi todo el mundo conoce la historia de amor entre Lionel Messi y Antonela Roccuzzo, una de las parejas más famosas. Sin embargo, pocos fueron los testigos presenciales de aquel dúo adolescente que empezó a escribir su vida en Rosario, forjó una relación a distancia y se unió definitivamente para formar una familia y culminar en el altar. Walter Vittor, un bancario entrerriano que supo tirar paredes con Leo en las Infantiles de Newell’s, convivió en aquella época con ambos y da crédito de la complicidad que ambos tenían. “Ya había una mirada pícara”, adelanta.

Walter nació el mismo año que Messi (1987) en Viale, municipio de Paraná (Entre Ríos) reconocido por ser sede del Fiesta Nacional del Asado con Cuero. Pero se crió en Chajarí, donde empezó a patear sus primeras pelotas junto a Facundo Roncaglia. Empezó en el club Tiro Federal y luego pasó a Ferrocarril, donde fue captado junto al hoy defensor de Boca para realizar una prueba en Newell’s. En la Lepra les echaron el ojo a ambos y los convocaron frecuentemente para entrenarse y participar en torneos durante todo el año 1998. Allí conocieron a Lionel Andrés.

Los recursos no sobraban y la pensión rojinegra estaba completa, por lo que las promesas chajarienses solían hospedarse en la casa de Lucas Scaglia, primo de Antonela Roccuzzo e integrante de aquella imbatible categoría 87 liderada futbolísticamente por Messi. Además de haber convertido un gol en el Coloso durante un amistoso entre un seleccionado de Entre Ríos y Newell’s, a Vittor le quedó grabado en la memoria un campeonato que se realizó en Olympia de Rosario a fines del 98, cuando Leo la descosió: “Era un espectáculo verlo jugar. Y se sentía cuando estaba ausente, el equipo era diferente sin él. Yo venía de afuera y me daba cuenta de que jugaban a otra cosa. En el partido en el que Messi entraba en el segundo tiempo, llegaban los goles y cambiaba el partido. Era el más chico en estatura, mirabas a los defensores que eran torrecitas que le sacaban una cabeza y media y él se escabullía, los esquivaba como conos y salía con la pelota. Era una inyección anímica”.

Vittor y Roncaglia se alojaban en la casa de los Scaglia y era muy común compartir momentos con Lionel y Antonela, que terminaban de armar la banda de amigos: “Anto vivía a pocas cuadras y después de los entrenamientos nos encontrábamos en la casa de Lucas o en lo de la abuela, que quedaba arriba del supermercado que balearon hace poco. Éramos un grupo de chicos que se divertía todo el tiempo con la pelota. La pelota en la calle, en el garage, en el patiecito. Hasta en la computadora jugábamos al FIFA 98 y nos turnábamos. Todas las tardes estábamos Leo, Antonela, Facundo, Lucas y su hermano menor, disfrutando una merienda o una cena. Podíamos hacer alguna travesura, como el día que con un pelotazo le volcamos los tachos de pintura a un hombre que estaba trabajando en el frente de la casa de Scaglia. Picardías de chicos. Fue una época maravillosa, nunca hubiera sabido lo que se iba a generar con el tiempo”.

La amistad entre este grupo de amigos se terminó de fortalecer en el Mundialito de Mar del Plata a principios de 1999. Ese campeonato en el que Leo no pudo jugar por haberse fisurado una muñeca y que fue escenario para las vacaciones familiares de Antonela, que viajó con su entorno aprovechando que se disputaba en la ciudad balnearia. Vittor y Roncaglia fueron convocados al igual que Messi, que fue incluido en el contingente leproso pese a que estaba imposibilitado de jugar por lo que representaba para el grupo.

Vittor ya había disputado el torneo marplatense el año anterior con la categoría 86 de un equipo de Chajarí. Esta otra vez viajó con 26 chicos de la 87 de Newell’s y le tocó quedar afuera de la nómina junto al lesionado Messi. A pesar de la frustración de no haber podido participar activamente, el corte le sirvió para compartir más momentos con Leo: “Mirábamos los partidos juntos y nos hicimos muy compinches. En los entretiempos nos metíamos en el vestuario y recuerdo que él siempre les daba algún consejito a los que jugaban arriba. Salíamos de ahí y nos íbamos a una tribuna a terminar de ver el partido. Y, si podíamos, aprovechábamos para pelotear un rato afuera de la cancha. Él, con el yeso en el brazo, le sobraban ganas de jugar. Fue un viaje soñado, nunca caés en realidad de lo que estás viviendo”.

Lentamente cada uno fue tomando su camino y escribiendo su propia historia. Lionel, con la prueba en el Barcelona. Antonela permaneció en Rosario. Roncaglia quedó en Boca. Y Walter se volvió a Chajarí. Tras algunos cambios de técnicos en las Inferiores de Newell’s perdió consideración y se dedicó a terminar la secundaria en su pueblo al mismo tiempo que jugaba en Ferrocarril. Se reencontró con Roncaglia un par de veces en Buenos Aires y otro par en Entre Ríos, pero luego perdió contacto. A los 18 años se instaló en Capital Federal para estudiar Agronomía en la UBA, época en la que desestimó una prueba en Atlético Rafaela y abandonó oficialmente el fútbol. A los 23 empezó a trabajar en un banco de Chajarí y más tarde se mudó a una sucursal porteña en Retiro en la que se desempeña hoy.

Fuente: Infobae

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