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Fútbol

Télam, el deporte y la memoria de un país.

Detrás del cierre de la agencia de noticias. Periodismo es decirlo bien

Por Ezequiel Fernandez Moores

Carlos Alberto Reutemann acababa de ganar el GP de F1 de Brasil a bordo de una Ferrari. El único medio que lo esperaba en Ezeiza, cerca de la medianoche del domingo 29 de enero de 1978, era Télam. Esa nota fue mi debut y casi despedida como cronista de la agencia estatal, porque a los pocos días entré como redactor a la competencia (la agencia privada Noticias Argentinas, NA). Trabajé luego en DyN (Diarios y Noticias) y en la italiana ANSA. Una estatal, otras privadas, la última de capitales mixtos. Cuarenta años en agencias de noticias. En todas hubo dificultades. Y, aún así, en todas se trataba siempre de hacer periodismo. Informar con rapidez, rigor, austeridad y equilibrio a los cientos de medios (diarios, radios, TV, etc) que compraban el servicio. Internet, es cierto, cambió las reglas de juego.

Todo tiene hoy categoría de “noticia”. El mejor ejemplo: la reciente especulación de un sitio alemán (de los tantos que hay en la web) citando a Martín Demichelis entre los posibles candidatos para asumir como nuevo DT de Bayern Munich. “En Alemania”, inflaron aquí otros portales, “afirman que Demichelis es candidato a dirigir a Bayern Munich”. Otros titularon directamente: “Bayern Munich quiere a Demichelis”. Y luego el propio Demichelis contando su orgullo, pero aclarando que está bien en River. Así puede construirse hoy una “noticia”. Colegas alemanes se reían de lo que sucedía aquí.

Unas semanas antes había explotado el caso de la revista estadounidense Sports Illustrated, una de las máximas publicaciones de la historia del deporte, pero en crisis grave desde hace años (como sucedió aquí con El Gráfico). Se descubrió que varios de los artículos de Sports Illustrated eran “escritos” a través de Inteligencia Artificial (IA). Otros medios también lo hacen. El problema fue que Sports Illustrated “firmaba” esas notas con periodistas falsos (perfiles vendidos en páginas de IA). Y que, peor aún, allí mismo, aparecían enlaces para comprar artículos promocionados en la nota. “La muerte del periodismo deportivo”, graficaron especialistas. ¿En serio algunos creen que las agencias de noticias pueden ser reemplazadas por Twitter? Decirlo primero no es periodismo. Periodismo es decirlo bien.

Tiempos modernos, el drama del ajuste, de cerrar empresas y despedir gente, añade ahora la demonización del “todos chorros”. “Está ‘de moda’ ser cruel”, parodió Martín Kohan al lenguaje frívolo actual. A la eterna y siempre difícil convivencia con el poder político y económico, el periodismo se redefine en tiempos de clics. También se redefine el rol de las agencias de noticias desde que irrumpió Internet. Y se debate aún más el de las agencias públicas (caso de Télam) que históricamente (y no solo en Argentina) suelen confundir Estado con gobierno de turno.

Es cierto. Carlos Bianchi acaso no llamaría personalmente hoy a Télam, como lo hizo el 4 de julio de 2004, para anunciar su “renuncia” a Boca. El “Virrey” tal vez publicaría hoy un tuit en una cuenta personal. Igual que lo hacen ahora muchos protagonistas, algunos para rentabilizar sus cuentas, otros para evitar a un periodismo que puede fastidiarlo, sea porque pregunta demasiado, sea porque solo busca el show.

El deporte también dio prestigio al departamento fotográfico de Télam. Allí está la famosa imagen de Sergio Quinteros, que ganó premio Rey de España, el bombo que golpeó en pleno discurso a Daniel Lalín, una noche caliente en Racing, 4 de marzo de 1999, exactamente veinticinco años atrás. Unos años antes, Mundial de 1994, Télam tuvo primero que nadie el positivo de doping de Diego Maradona en Estados Unidos. Cuentan Mariano Suárez y Ariel Bargach en su libro “Télam. El hecho maldito del periodismo argentino”, que la agencia se tomó tres horas hasta que publicó la noticia, consciente del impacto que causaría. Contar el fútbol. Contar el país.

Hablamos del mismo Diego que, seis Mundiales después, Rusia 2018, enviaría en su programa desde Moscú un mensaje solidario porque Télam había sufrido más de trescientos despidos. La huelga (una batalla ganada luego ante la justicia) tenía antecedentes, como otro conflicto del año 2000, cuando José Luis Chilavert (por entonces arquero y capitán de Vélez) posó a su equipo con bandera que expresaba el reclamo de los trabajadores. Federal, y con oficinas en casi todo el país (y obligada a contarnos que el deporte es mucho más que un Boca-River en Buenos Aires), Télam siempre fue objetivo en años de ajustes. Ahora ya no se busca ver si efectivamente hay irregularidades para corregir y denunciar en uno o en otro piso. Se pretende demoler el edificio. Con toda la gente adentro.

Walter Vargas, uno de los tantos formidables colegas de Télam, recordó días atrás el ingreso a la redacción de un militar armado en 1995, mientras “los muchachos de la sección deportes estaban haciendo el anuncio de la fecha de fútbol que se jugaría dos días después”. Vargas cuenta que se enteró del anuncio de cierre de la agencia en el discurso del presidente Javier Milei del viernes pasado, cuando ahora era él mismo quien preparaba “el panorama de la fecha de la Primera División”. Y añade: “Seguiremos escribiendo, seguiremos resistiendo, seguiremos cultivando el amor por la profesión, hasta que nos saquen a empujones y pongan el candado”.

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