Corrió rumbo al banderín de córner con el puño apretado y los ojos cerrado. “Vamos, vamos, vamos”, repetía el pibe sin parar mirando al cielo. Agarró una pelota que encontró y le dio un beso. El primer abrazo que recibió, luego de convertir su primer gol, fue el de Brian Aguirre, con quien con tan solo 8 años se encontraron en una prueba en Newell`s. El destino de Jabes estaba marcado.
Lo que tanto había estado buscando, finalmente llegó. El ramirense Jabes Saralegui había convertido su primer gol en 1ª División y su conquista no podía ser en un lugar mejor: La Bombonera, donde anoche Boca derrotó a Banfield por 3 a 0. Solamente él sabe todo lo que pasó por su cabeza. Solamente él sabe lo que sintió. Su rostro, sin embargo, dio señales: la felicidad lo desbordaba, la felicidad lo desbordó.
Los primeros pasos del futbolista oriundo de General Ramírez fueron en el Club Atlético y Deportivo Roma, donde Jabes, a los 6 años, comenzó a patear una pelota y otra y otra… Todo, con la intensidad de un niño que se atreve a soñar. Luego fue invitado por el Club Atlético Unión de Crespo para que se entrenara en la Capital Nacional de la Avicultura. Allí estuvo durante tres años hasta dar su gran paso a Boca.
Su primer camiseta, la de Roma de Ramirez.
Desde los 8 años su juego llamó la atención. Racing fue el primer club que quiso contar con el mediocampista entrerriano. Participó de algunos torneos con el club de Avellaneda y, claro, eso no hizo más que encender una poderosa mecha llamada deseo: ser futbolista profesional. Al tiempo, Argentinos Juniors apareció en el horizonte, Pero allí, el que paró la pelota fue Matías, su papá. Con tan sólo 9 años consideraba que Jabes era muy chico para abandonar la tranquilidad de Ramírez para mudarse a La Paternal.
Sin embargo, el sueño de ese chico era tan fuerte que nunca lo abandonó. Así, a los 13 años comenzó su historia con el xeneize. Tomó la decisión con su familia, armó las valijas y desembarcó en el barrio de La Boca. Sacrificio, dedicación y voluntad son algunas de las palabras que guardó entre sus pertenencias y que hoy sirven para describirlo. En su etapa formativa pasó por las manos de Carlos Fernando Navarro Montoya, Gustavo “Chavo” Pinto, Antonio Barijho y Mariano Herrón. Uno a uno, entre muchos otros, fueron ayudándolo para que su hoja de ruta no tuviera grandes ni prominentes surcos. Así, hasta su debut en Primera División de la mano de Jorge Almirón, que lo transformó en el primer jugador de la historia de su ciudad en ser futbolista profesional. Otra vez, ese pibito ya no tan esmirriado, volvía a hacer lo mismo que en su ciudad: dejaba marcas a cada paso.
El nombre Jabes proviene del hebreo “Yabets” y significa “él causará dolor” o “él hará sufrir”. Y, en el contexto bíblico, el nombre de Saralegui tiene un significado más profundo. Se menciona a Jabes como un hombre que fue más honorable que sus hermanos, y su madre lo nombró así “porque dio a luz a él con dolor”. Con esto, Jabes ora a Dios para que lo bendiga y le conceda territorio, y Dios le concede su petición.
El nombre Jabes puede interpretarse como un recordatorio de que, incluso en medio del sufrimiento y el dolor, se puede encontrar bendición y prosperidad. Y vaya que fue así, después de tanto esfuerzo y lucha, superando algunas lesiones que le postergaban su ansiado debut en Primera, anoche llegó su primer gol luego de 33 partidos y se convirtió en el primer jugador en la historia en convertir un gol con la camiseta número 47.
En la cancha no estaban sus padres, que lo disfrutaron a través del televisor en Ramírez en su casa de calle Triunvirato, pero el entrerriano estuvo acompañado por parte de su familia: su tía Agostina, sus primos Paz y León y sus tíos Pablo y Carlos. Ni bien el árbitro marcó el final del partido, fue corriendo a abrazarse con el capitán Marcos Rojo, después vino el peruano Luis Advíncula, quien lo abrazó y levantó por el aire.
Finalmente, después de tanto sacrificio y algo de dolor, para Jabes van llegando los momentos de prosperidad.