Gabriel Heinze no cree ser buen entrenador. Ni siquiera piensa que fue un buen jugador. Inconformista. Curioso. Lee mucho, pero no de fútbol. Observa con detenimiento los movimientos del básquet y cada cosa que aparezca de Phil Jackson y su liderazgo. Se fascinó con The Last Dance y la obsesión de Michael Jordan por evolucionar como jugador. Encontró en la escritura una forma para expresarse y volcar sus pensamientos. Pero si hay algo de lo que se jacta Heinze es de ser buen asador. Durante el tiempo que estuvo sin dirigir (nunca dejó de planificar entrenamientos y ejercicios), se puso al mando de la parrilla en Rosario, Buenos Aires o en su bunker entrerriano ubicado estratégicamente entre Paraná y Crespo, donde es difícil llegar hasta con GPS. Maxi Rodírguez, Nacho Scocco, Fernando Gago y Javier Mascherano (además de su familia) fueron los que con mayor frecuencia disfrutaron de su faceta como chef entre las brasas. Aprovechó para estar mucho tiempo en su casa y engancharse con la cocina y los quehaceres hogareños. “Cuando uno trabaja afuera y viene a su casa, es casi una visita, es un ente. Volví a hacer actividades con los míos”, contó.
También aprovechó para hablar con colegas que respeta y admira. “Hay entrenadores que tuve que me marcaron cosas, hay entrenadores que me marcaron cómo sentir el fútbol. Marcelo [Bielsa] fue uno; Luis Enrique, una de las mejores personas del fútbol; Didier Deschamps, una persona que siente el fútbol como él jugaba. Luis Fernández, que con una generosidad enorme me abrió los brazos cuando yo llegué por primera vez a Francia. Hoy, cuando llamo me atiende. Aparte de ser un futbolista reconocido, eso te demuestra lo que has sido como persona, porque te atienden con una amabilidad y humildad enormes. Uno aprende continuamente, de situaciones, de los errores que comete. Y trata de asimilarlo y de buscarle otra forma. Sé muy bien que lo que hacía en Godoy Cruz no lo hacía en Argentinos, y después en Vélez. Uno tiene que crecer porque estamos continuamente buscando eso”.
A Gabriel Heinze se lo conoce como el Gringo. Cuando uno busca en un diccionario de modismos el significado de esa palabra con que se lo apoda, se encuentra con una definición más o menos así: “Extranjero que habla una lengua ininteligible”. Pero además, en varios países hispanoamericanos, refiere despectivamente a alguien de origen estadounidense. En Argentina, en cambio, la palabra “gringo” se utiliza sobre todo para hacer referencia a los numerosos inmigrantes europeos. Más puntualmente, a la gente del campo que pobló algunas zonas en particular, en el centro y este del país, en la zona conocida como ” la pampa gringa”. Allí, justamente en Crespo, nació y creció Heinze, el Gringo. Con las características propias de las personas de esas tierras: tan rectos como ásperos, con convicciones fuertes y físicas, frontales, trabajadores, leales, familieros… Pero lo cierto es que entre aquella lejana primera acepción y esta última, más cercana, hay un punto de contacto que define a Heinze: en el fútbol argentino, por momento, Heinze parecía un… extranjero. ¡Sí, un foráneo! Es, por decirlo de otro modo, una persona contracultural. En su momento, como jugador. Y ahora, como entrenador. Tan “contracultural” que no tiene redes sociales, aunque para conocer sus novedades uno puede visitar @gheinze.page, cuenta dedicada a seguir sus pasos. Nunca regaló frases de ocasión ni se ocupó demasiado en “caerle bien” a nadie. Ni a dirigentes, ni a periodistas, ni a entrenadores, ni a los hinchas. Frontal, fue uno de los pocos futbolistas que se le plantó al todopoderoso Julio Grondona, en épocas del seleccionado.
Así como se enfrentó a Grondona, también le dijo lo que sentía nada menos que a Sir Alex Ferguson, en épocas del Manchester United, uno de los grandes clubes por los que pasó, dejando una huella. Tanto al club inglés como al Paris Saint Germain o al Real Madrid llegó sin luces y se fue como referente. Inadvertido, nunca. Tampoco en el Valladolid, donde dio sus primeros pasos en Europa, en el Sporting Lisboa, en el Marsella o en la Roma.
Hoy el “Gringo” está dando sus primeros pasos justamente en los Estados Unidos. Más precisamente en el Atlanta United. Obsesivo como es, tenía vista una casa en un pueblo pegado a la ciudad, pero finalmente terminó eligiendo un departamento cercano al predio de entrenamientos. Será su primera experiencia como entrenador en el exterior y la primera vez desde que es DT que tendrá a su esposa e hijos a su lado. En sus pasos por Godoy Cruz, Argentinos Juniors y Vélez, la familia se quedaba en Rosario. “Ellos también me pueden ayudar a bajar un poco mis revoluciones. Lo que ya no quiero es que esta profesión me haga perder más cosas”, expresó recientemente.
A las 6 de la mañana ya está en camino al Children’s Healthcare of Atlanta Trainning Ground, donde se entrena el United. Toma la autopista, disfruta del paisaje de la zona: con mucho árbol, mucho verde y muy boscosa hasta que sale a la derecha donde aparece, inmaculado, el predio. Apenas ingresa ve todas las canchas donde muchos chicos de la academia del club se entrenan. En el corazón del predio está el edificio central donde tiene su oficina y los vestuarios. Allí reina el orden. La cancha principal se encuentra pegada al edificio, los jugadores salen del vestuario y ya están en la cancha. También se creó un vestuario para el primer equipo, el cual es circular con el propósito de fomentar la interacción entre los jugadores. A este se suman otros seis camarines para miembros de las academias juveniles.
En el centro de entrenamiento hay servicio de cocina, balcones donde generalmente come. Desde su oficina, donde nunca falta el mate, tiene vista a la cancha.
El predio ubicado en Franklin Gateway, en Marietta (Georgia), tiene seis canchas. Tres de césped natural y otras tres con sintético (híbrido) para que los jugadores entrenen en diferentes campos de juego. Uno de ellos cuenta con tribunas para 2500 personas el cual incluye un pabellón VIP. El equipo estadounidense invirtió USD 60 millones en instalaciones de lujo para un mejor confort de todos los jugadores del club. “Estoy muy contento en esta institución y en esta ciudad. Me han tratado muy bien. No me gusta prometer nada. Lo que vamos a hacer es trabajar y dar lo mejor que podamos”, dijo.
Heinze aprovecha cada rincón del predio al que ingresa de madrugada y se va por la noche. Todavía no conoce la ciudad. Su vida se reduce de su departamento al predio.
Un centro de entrenamiento completo que, además de un tener un gimnasio de última tecnología en máquinas, tiene otro con piscinas de hidroterapia para que los jugadores puedan recuperarse de sus lesiones con actividades de rehabilitación y relajación.
El centro tiene 41 hectáreas, donde se puede encontrar un amplio departamento de medicina y fisiología, oficinas corporativas y lugares de relacionamiento destinado no sólo para los jugadores, sino también para hinchas y dirigentes. Además, cuenta con auditorios en los que los jugadores son capacitados para el manejo de redes sociales y la relación con los medios.
Allí, Heinze comenzó hace un puñado de días a moldear su equipo. A semejanza de lo que él quiere, de lo que pretende, de lo que sueña. En definitiva, de lo que escribe. Porque escribir lo ayuda a ordenar sus ideas. Carpeta en mano, con su reloj Apple blanco que lo acompaña desde su arranque como DT, camina rápidamente y, como es su costumbre al ingresar al campo de entrenamientos, refriega sus pies en el césped para chequear que el piso esté con la humedad suficiente. Siempre con la indumentaria oficial del club: buzo, babuchas y calzado deportivo negro de la marca de las tres tiras. Antes de la práctica, le muestra en video qué es lo que se va a trabajar, para qué y por qué. Una vez que están en el campo de juego, no le gusta tener que estar repitiendo los conceptos hablados y vistos, en formato digital, un rato antes. En el campo de juego quiere acción y máxima concentración. Por eso exige suma atención durante toda la práctica. Si los jugadores están atentos y concentrados, hay prácticas que pueden durar 20 o 30 minutos… Pero si las cosas no salen o no están concentrados, puedo estar todo el día repitiendo el ejercicio hasta que salga. Pragmatismo u optimización del tiempo sostiene Heinze.
Cuando empezó como entrenador quería ser distante, estar muy lejos del jugador. Pero aprendió que estaba equivocado y se dio cuenta que hay que estar cada vez más cerca porque tienen muchísimos problemas. El entrenador no debe solamente dar indicaciones, tiene que hacerse cargo de muchas más cosas. En Argentinos Juniors hasta llevaba juveniles a comer a su casa y compró con dinero de su propio bolsillo equipamiento de GPS para los entrenamientos.
En su experiencia en la MLS, Mariano Toedtli, Nicolás Pavlovich y Pedro Mateo Leivas serán sus entrenadores asistentes, Javier Vilamitjana preparador físico y Diego Navone su analista de video quienes se unirán al entrenador de porteros Liam Curran. Como es su costumbre apostará por los jóvenes y ya puso a trabajar a Carlos Bocanegra, vicepresidente y director deportivo, quien contrató a los juveniles Franco Ibarra (de Argentinos Juniors), Santiago Sosa y Matias Benítez (de River), al venezolano Ronald Hernández, más la experiencia goleadora de “Licha” López (el ex capitán de Racing) y quien fuera su capitán en Vélez, Lautaro Giannetti.
Su debut será frente a la Liga Deportiva Alajuelense por la Concachampions, el 6 de abril en Costa Rica. El 13 será su primer partido como local en el imponente Mercedes Benz Stadium y el 17 tendrá su bautismo en la MLS. Será el momento de volver a su ritual: besar la cruz del rosario que cuelga de su cuello, mirar al cielo para reencontrarse con Jorge, decir en voz baja Viejo, besarse dos veces su anillo y persignarse. Sabiendo que en ese mismo instante su mamá Titina, como siempre, estará firme frente al televisor.
Así es la nueva vida, la nueva rutina de Gabriel Heinze en Estados Unidos. Lejos de los ruidos altisonantes y las exigencias del caótico fútbol argentino. Más cerca de lo que él pretende en el fútbol y en la vida donde pregona estridencia mínima combinada con máxima concentración y trabajo permanente. Un gringo forjado en la Argentina pero que sigue escribiendo su historia bajo las reglas con las que creció.