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La luchadora del Beach Voley

El beach voley apareció en la vida de Ana Gallay por necesidad: “Yo estaba estudiando educación física y necesitaba ayudar en mi casa para continuar la carrera. En mi ciudad dieron un curso de arbitraje de Beach y lo vi como una posibilidad de poder ganar algo de dinero”.

El beach voley apareció en la vida de Ana Gallay por necesidad: “Yo estaba estudiando educación física y necesitaba ayudar en mi casa para continuar la carrera. En mi ciudad dieron un curso de arbitraje de Beach y lo vi como una posibilidad de poder ganar algo de dinero. Como era los fines de semana, tampoco me perjudicaba en los estudios. Así fue que arranqué como árbitro en la primer fecha y me gustó tanto la disciplina que para la segunda fecha ya estaba adentro de la cancha”, dice con su carcajada tan particular, recordando aquellos comienzos en el año 2007.

Junto a su DT, Pablo del Coto, y Fer Pereyra, festejando la clasificación a sus tercer juegos olímpicos

Alumna aplicada, fue abanderada en la Escuela Técnica y la primera de su promoción en recibirse en el profesorado de Educación Física. Cuando tuvo su título, uno de sus primeros trabajos fue Crucecita Octava, a 70 km de Nogoyá, en el medio del campo. Tenía que salir en moto casi de noche porque tenía una hora y media de viaje por caminos de tierra. A pesar de llevar abrigo en invierno, muchas veces sufrió de hipotermia y tenía que bajarse de la moto y empezar a trotar para recuperar la temperatura. Llegaba congelada a la escuela.

Gallay es, sin lugar a dudas, la bandera del beach voley en Argentina. En todos y cada uno de los logros que este deporte ha obtenido, la nogoyaense fue protagonista: llevó por primera vez la disciplina a un Juego Olímpico, en Londres 2012, junto a Virginia Zonta; fue la primera deportista que ganó una medalla en un Juego Panamericano, Oro en Toronto 2015, junto a Klug; fue la primera deportista argentina que participó en el circuito mundial; junto a Fernanda Pereyra logró la medalla de plata en Lima 2019 y recientemente se clasificó a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, donde por primera vez en su historia, este deporte tendrá representación en ambas ramas, tanto en Beach como en Indoor.

Con mama Silvina y papá Bocha

Gallay no solo se ocupa de jugar, de buscar sponsors y encontrar la manera de que las giras sean lo más redituables posible, sino que también en su momento se ocupó de buscar una compañera cuando, Georgina Klug decidió retirarse.

“Cuando Geo se retiró yo quería seguir porque me sentía muy bien, pero para ser sincera me costó mucho el arranque, porque no estaba acostumbrada a perder en rondas iniciales y en torneos de menor nivel y eso fue duro. Hoy siento un gran orgullo de ver cómo hemos evolucionado y crecido. Hoy lo pienso y me parece una locura lo que hicimos con Pablo, de salir a buscar una jugadora para empezar de cero. Sabíamos que no iba a ser una jugadora de beach porque no había ninguna bloqueadora alta. Bancarse lo que se bancó Fer fue tremendo, porque ella no estaba acostumbrada a jugar con presión, a representar a tu país, y lo manejo muy bien. Encima después nos agarró la pandemia y nos complico mucho, porque veníamos en pleno crecimiento y se paró todo el circuito mundial”.

Con sus hermanos: Eva, Lorena y Poli

De esfuerzo, sacrificio y lucha está hecha la trayectoria de Gallay. Cuando todavía no sabía que existía el beach voley, salía a entrenarse sola por las calles de Nogoyá y los fines de semana viajaba 120 km hasta Aldea Brasilera, para jugar al vóley. Muchas veces esos viajes los hacía a dedo, porque no tenía para solventar los gastos. Y no fue solo un fin de semana. Durante cuatro años tuvo esa rutina. Así también, como sus padres, organizaban rifas, vendían empanadas y salían a pedir apoyo a los negocios del pueblo para ayudar a Ana, quien a los 13 años ya estaba en la selección entrerriana.

“Este deporte es extremadamente amateur en Argentina. Necesitamos que, sobre todo, haya más canchas, lo digo como crítica constructiva. De esa manera habrá más jugadoras. Ojalá que próximamente haya diez pibas y que me saquen el puesto. Tienen que aprovechar toda la exposición que tiene el deporte en los últimos años. Para que el deporte crezca necesitamos un circuito nacional que sea fuerte. No ha habido desarrollo y si no tenemos eso es difícil que crezca. Cuando nosotros entrenamos, mucha gente se acerca porque quiere sumarse al deporte y empezar a practicarlo pero no sabe dónde hacerlo”.

Con su esposo, Alfredo, y sus sobrinos

Exigente y obsesiva por naturaleza, pasa horas y horas estudiando todos los detalles. Esa exigencia la hace pasar muchos meses lejos de su esposo Alfredo, con quien vive en Mar del Plata y con quien por ahora sigue postergando el deseo de ser madre. “Ya llegará el momento, por ahora seguiré resignando cosas personales por este deporte que amo y al que le voy a dar hasta el último esfuerzo para dejarlo lo más arriba posible. Me encanta vivir de esto y soy una privilegiada por poder estar compitiendo. Por eso, y al estar los próximos juegos de Paris a solo tres años, voy a intentar un nuevo ciclo olímpico. Siempre le digo a Pablo (Del Coto, su DT), si ves que no rindo, decime, yo no tengo problemas”.

Obsesiva, meticulosa, mandona y de una tenacidad inquebrantable. Así es Ana Gallay, la luchadora que revolucionó el beach voley en la Argentina.

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